
Todos hemos escuchado esta frase alguna vez. Es un deseo sincero, una expresión de cariño, un anhelo de que las cosas fluyan sin tropiezos. Pero, ¿qué significa realmente que todo nos salga bien? ¿Es posible transitar la vida sin fracasos, sin momentos de duda, sin cicatrices en el alma?
La realidad es que el camino no siempre será recto ni estará libre de obstáculos. Habrá días en los que las cosas no saldrán como esperamos, en los que los planes se desmoronarán y las certezas se volverán preguntas. Y, sin embargo, en medio de todo eso, hay una verdad que muchas veces olvidamos: lo que parece un tropiezo hoy puede ser la semilla de un gran acierto mañana.
Querer que todo te salga bien no significa desear una vida sin desafíos, sino una vida donde cada paso, incluso los que duelen, te acerquen a algo mejor. Porque el crecimiento no viene de lo fácil, sino de lo que nos reta, de lo que nos obliga a reinventarnos.
Si hoy sientes que algo no está funcionando, si el miedo te susurra que no lo lograrás, respira. No todo está perdido. A veces, lo que parece un final es solo una pausa necesaria antes de un nuevo comienzo. Lo importante no es evitar el fracaso, sino aprender a levantarse con más fuerza, con más sabiduría, con más amor por uno mismo.
"Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis." — Jeremías 29:11
Así que sí, quiero que todo te salga bien. Quiero que descubras que eres más fuerte de lo que crees, que encuentres la valentía para seguir adelante, que aprendas a celebrar cada pequeño avance y que, sin importar los giros inesperados del destino, recuerdes que siempre hay una nueva oportunidad esperando por ti.
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