Jueves Santo: Cuando el servicio vale más que el poder
- Kurt Bendfeldt
- 17 abr
- 2 Min. de lectura

Un día para recordar que los grandes no son los que mandan… sino los que se arrodillan por amor.
En medio de procesiones, alfombras, incienso y tradiciones, muchas veces olvidamos el verdadero significado del Jueves Santo. No fue un día de milagros espectaculares ni discursos masivos. Fue un día de silencio, de intimidad… y de un acto que lo cambió todo: Jesús lavando los pies de sus discípulos.
En una cultura donde los pies representaban lo más bajo, lo más sucio, lo más indigno, Él —el Maestro, el Hijo de Dios— se arrodilla y toca con sus manos aquello que nadie quería tocar. No por deber. Por amor. Por ejemplo. Por humildad.
¿Qué nos está enseñando realmente el Jueves Santo?Que servir no es rebajarse, es elevarse. Que el liderazgo más poderoso no está en los títulos, sino en la capacidad de agacharse para aliviar el cansancio del otro.Y eso —aunque no lo parezca— sigue siendo revolucionario.
En un mundo que celebra al que grita más fuerte, al que impone, al que gana… este día nos recuerda que la verdadera autoridad está en quien acompaña en silencio, en quien se ensucia las manos por los demás, en quien no busca aplausos sino propósitos.
Quizás este Jueves Santo no necesites una procesión para conectarte.Quizás solo haga falta preguntarte:¿A quién estoy sirviendo desde el amor? ¿A quién he dejado de mirar a los ojos? ¿A quién debo acercarme sin juicio, sin miedo, con ternura?
A veces el acto más grande no es predicar, sino sentarse a escuchar.No es liderar masas, sino cuidar del que está solo.No es multiplicar panes, sino compartir el que tienes.
Hoy no es solo un día santo. Es una oportunidad de reordenar el alma.Y quizás el primer paso… sea agacharte un poco, no para bajar la cabeza, sino para levantar a otro.
"El que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo." — Mateo 20:27
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